A veces me pregunto por qué los seres humanos somos tan aficionados a las cosas caras. Últimamente están poniendo un anuncio en televisión en el que le colocan un 0 de más al precio de un colchón y varios clientes se paran con interés para probar ‘el colchón más caro del mundo’. Los altos precios suponen exclusividad, y el ser exclusivo nos hace sentir especiales, diferentes…
Si hablamos de exclusividad en la comida, se nos ocurren algunos productos: un buen champán francés, la trufa, un vino Vega Sicilia y, por supuesto, el caviar, tal vez el sinónimo de lujo más usado si hablamos de gastronomía. Pero, ¿De donde viene el caviar?
Los orígenes de este manjar son un tanto dudosos. Ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo en relación a su nombre: algunos consideran que procede del italiano ‘caviale’ y otros que viene de un término tártaro (khavia). Al contrario que otros muchos alimentos, no existen datos acerca de su consumo hasta la Edad Media.
Según diversos estudios, las primeras referencias al caviar como alimento se dan en el Imperio Mongol durante el siglo XIII. Hay que recordar que por aquellos tiempos las huestes de Ghengis Khan campaban a sus anchas por Asia llegando a ‘picar la puerta’ de Europa Central… A los mongoles les gustaba alimentarse con lo que iban tomando de aquí y de allá, y así comienzan a consumir las huevas del esturión.
Porque no olvidemos de donde viene el caviar: de las huevas del esturión hembra. Este pez prehistórico surca las aguas de diversas zonas del planeta desde hace miles de años. Pero por su condición, se desarrolla mejor en aguas frías. Por eso, el mar Caspio ha sido uno de los espacios predilectos de las variedades más apreciadas del esturión que por cierto, al igual que el salmón, vive en el mar, pero remonta los ríos para aparearse.
Los ejemplares más desarrollados de esturión en su fase adulta pueden llegar a pesar 350 kilogramos y medir más de 3 metros. El caviar procedente del Beluga, una de estas ‘grandes’ especies de esturión es, sin duda, el lujo entre los lujos.