Hubo un tiempo en el que un matrimonio roto era poco menos que un sacrilegio. Y así es que muchas parejas continuaban juntas por respeto a la ‘institución’ pero sin vida en común. Por suerte, cada vez más las mujeres tenemos la valentía suficiente para irnos cuando toca y no esperar que nos dejen. Yo me fui cuando tocaba. Me siento orgullosa de mi iniciativa, pero en absoluto fue un proceso sencillo.
Cuando una pareja que ha convivido casi diez años se separa nunca es fácil, porque a menudo, aunque se acabe el amor, queda el cariño y es una situación contradictoria. Pero solo se vive una vez y yo no he venido a este mundo a esperar. Pero una vez que me separé, los primeros meses no fueron sencillos. Me empecé a dar cuenta de que me había descuidado, a todos los niveles, tanto en mi profesión como en mi físico. Estás tan pendiente de los demás, que una se olvida de sí misma.
Entonces una amiga me recomendó una clínica que ofrecían liposucción financiada en Vigo. Tenía un poco de reparo, pero ella llevaba tiempo recomendándomelo porque había pasado por una situación parecida a mí. Y le había ido muy bien. Sabía que necesitaba algo más que ir al gimnasio. En el fondo, no aspiraba a tener 20 años otra vez, no soy tonta. Se trataba en realidad de un nuevo comienzo, un cambio de vida partiendo de una situación mejorada.
Cuando una persona lleva poco tiempo separada, sucede que todo se analiza al detalle: estamos más emocionales y tendemos a sacar punta a todo: como si cada pequeño fracaso cotidiano fuera un mundo. Yo lo noté rápido y puse remedio. Quería empezar por mi físico y después llegaría lo demás. Y no me equivoqué. Aposté por la liposucción financiada en Vigo que me habían recomendado y todo salió tal y como esperaba.
Una liposucción es solo una ayuda, pero fue una ayuda decisiva para mí en un momento difícil en el que necesitaba quererme más que nunca para volver a comerme el mundo tal y como estoy haciendo ahora.