Las etiquetas personalizadas están presentes en infinidad de bienes y productos a nuestro alrededor. Son una parte indispensable de su presentación al consumidor y, en muchos casos, la primera toma de contacto entre este y el artículo en cuestión. De ahí que la mayoría de marcas rehúsen utilizar etiquetas genéricas, prefiriendo customizarlas al máximo para potenciar su impacto.
Un primer beneficio de las etiquetas customizadas es su capacidad para reflejar los valores y filosofía de la empresa proveedora. Si esta se ha destacado por su compromiso con el medio ambiente y el ecologismo, el uso de materiales sostenibles para la etiqueta reforzará esta visión; si la marca pretende subrayar su tono desenfadado y juvenil, el uso de etiquetas creativas de vivos colores ayudará a captar la atención de su cliente objetivo.
La flexibilidad es otra de las cualidades más sobresalientes de la personalización de etiquetas de productos. Estos adhesivos se adaptan a infinidad de bienes de consumo, sin importar su tamaño, material o diseño: tetra-bricks de leche, cajas de cartón, botellas de plástico, envases de PVC, etcétera.
Juntamente con el resto del envase, las etiquetas permiten diferenciar productos similares en apariencia, como las botellas gaseosas. De ejemplo sirven Pepsi y Coca-cola, que comercializan un refresco de idénticas propiedades estéticas con envases y etiquetas muy distintos. Estos elementos logran, así, individualizar bienes de consumo y ayudar a los consumidores a localizarlos con mayor facilidad. Sin la personalización, estos beneficios se perderían.
A diferencia de otras partes del packaging, las etiquetas de productos ocupan un espacio mínimo en el inventario, pudiendo adquirirse en grandes volúmenes, sin comprometer el espacio de otros componentes necesarios para la actividad empresarial. Además, se fabrican en materiales que resisten los cambios de temperatura, las humedades, etcétera. Tampoco les afecta el paso del tiempo, en general.