Cuando vemos que otros niños se están quietos en la mesa de un restaurante o en una tienda, suspiramos pensando: “cómo sería nuestra vida si nuestro hijo parara quieto un par de minutos”. Pero no para. Hemos asumido que es su forma de ser y que cada uno es como es. Le gusta estar siempre haciendo cosas y siempre tiene una nueva idea en la cabeza. Suponemos que con el tiempo irá tranquilizándose, pero, de momento, sigue en plena ebullición.
Así que a la hora de hacer cosas fuera de casa debemos tener en cuenta su carácter. Durante un tiempo nos fue bastante complicado ir a comprar con él. Al final, o mi mujer o yo debíamos estar pendientes del chaval, con lo que en muchos casos optamos porque las compras las hiciera uno solo: mucho más práctico.
Pero en los últimos tiempos hemos empezado a llevarle otra vez a casi todos los sitios, aunque sean aburridos para él para que se acostumbre. Por ejemplo, este último mes estamos muy liados con el tema de las cortinas y tenemos que ir a mirar para comprar cintas de cortinas. Desde luego, no parece el plan más entretenido para el peque, pero es con lo que estamos y todavía nos quedan muchas cosas que hacer en casa que aún están pendientes.
Y la ‘experiencia’ de compra con él sigue siendo un poco peculiar. Tenemos que seguir con un ojo puesto en lo que estamos mirando y en otro en el niño porque tan pronto está parado como enrollado en una cortina o hablando con un vendedor. Pero vamos tirando porque ya no nos parece todo tan grave. Supongo que al principio lo protegíamos demasiado o temíamos que molestara a otra gente.
Llegados a este punto, hemos decidido intentar normalizar del todo nuestra vida en el sentido de que nosotros tenemos cosas que hacer y él tiene que aguantar un poco. Si queremos comprar cintas de cortinas porque las necesitamos tendremos que ir a comprarlas. Y si se enrolla en una cortina o molesta a un vendedor, pues… haremos lo que podamos.