Me hice mi primera liposucción hará unos siete años. Por aquel entonces estaba atravesando una pequeña crisis en varios ámbitos de mi vida. En mi trabajo se estaban produciendo muchos cambios y me costó adaptarme, además de la incertidumbre sobre si finalmente iba a mantener el puesto. Todo aquello desembocó en una pérdida de hábitos saludables. Yo, que siempre he sido una persona súper sana: ya bebía batidos verdes antes de que los vendiera Starbucks.
Después de un tiempo de dejarme ir, me encontré muy a disgusto con mi físico. Aunque el panorama en mi trabajó se aclaró los efectos colaterales habían sido bastante negativos. Fue así como empecé a pensar en una liposucción. Tengo la suerte de que procedo de una familia muy vinculada a la medicina y a la salud. Y mi cuñado es cirujano plástico.
Tiene una gran experiencia y ha tratado a numerosas personas importantes… aunque nunca habla de ello porque la mayoría de las veces son operaciones confidenciales. Yo no soy ninguna estrella pero creía que me podía ayudar a volver a sentirme mejor. Él me conoce y sabe que si yo me pongo en serio con algo lo hago hasta el final. Volví a llevar una dieta estricta y me apunté de nuevo al gimnasio.
Me dijo que aquello era el camino. Me habló de la liposucción sin anestesia tal y como le pedí y me aclaró que es una técnica que no adelgaza pero sí moldea. “Se adelgaza en la cocina y en el gimnasio”, me dijo. Pero la lipo puede ser el complemento perfecto para lograr un cuerpo rejuvenecido. Porque una cosa es perder kilos y otra lograr una silueta atractiva.
Cuando algunas amigas me preguntan sobre mi experiencia yo siempre les digo que busquen un cirujano plástico de confianza. Por supuesto, les recomiendo el mío, pero de lo que se trata es de confiar en alguien con experiencia demostrada. La liposucción sin anestesia no es una técnica sencilla y requiere conocimientos especializados. Nunca debemos confiar en el low cost cuando son temas tan delicados como la salud, aunque se trate de una operación estética.