Las personas con intolerancia a la proteína de la leche o que han optado por un estilo de vida vegano ven en la leche de avena una alternativa muy saludable a la leche de vaca. Esto permite poder tomar un café, un vaso de cacao caliente o unos cereales con total normalidad.
Pero cuando se sufre una intolerancia de este tipo lo normal es que la persona se acostumbre a cocinar muchas de las cosas que come porque no hay demasiadas alternativas en el mercado: galletas, magdalenas o bizcochos sin leche empiezan a verse en algunas estanterías, pero siguen siendo muy minoritarios, especialmente si quieren hacerse también sin huevo.
La bebida de avena es quizás la que mejor se adapta y mejor sustituye a la leche de vaca en todas las recetas que se pueden encontrar en Internet. Su sabor es diferente, pero al contrario que otras bebidas vegetales no es demasiado aguada, lo que hace que acabe sabiendo demasiado a las harinas y tampoco tiene un sabor excesivamente fuerte que termine protagonizando en exceso lo que se ha cocinado.
Evidentemente, hay que acostumbrarse al sabor de la bebida de avena, pero tiene la ventaja de que, en la mayoría de las recetas, puede sustituirse la leche por la avena sin problemas, en la misma proporción y sin variar la cantidad de harina ni de azúcar que se tenga que añadir.
La bebida de avena es dulce, por eso algunas personas rebajan un poco la cantidad de azúcar de la receta. Pero otros no notan esta diferencia hasta el punto de tener que variar las cantidades usadas. En cualquier caso, siempre es cuestión de ir probando y de realizar las variaciones que se vean necesarias en el segundo intento. Así, se encontrará el punto justo de sabor.
En lo que se refiere a los valores nutricionales son similares a los de la leche semidesnatada, aunque la leche tiene más proteínas y menos hidratos de carbono. La leche de avena, a cambio, tiene menos grasa y por tanto también tiene menos calorías. En general, una persona no va a notar demasiado el cambio de una leche a otra en lo que se refiere a sus valores y tampoco hace los postres significativamente más ligeros porque la diferencia es de tan solo diez calorías cada cien mililitros de producto.