Durante unos años estudié Derecho sin ningún entusiasmo, solo porque me había convencido a mí misma de que necesitaba un trabajo ‘de verdad’, de los de antes. No quiero echarle la culpa a nadie, porque, aunque mis padres también consideraban que la opción de Derecho era buena, tampoco me obligaron ni nada de eso: la última elección dependía de mí. Y opté por la opción conservadora cuando lo que a mí me gustaba era la moda.
Siempre pienso que si hubiera vivido en una ciudad más grande tal vez me hubiera arriesgado más, porque en mi ciudad no había ningún centro de estudio en condiciones para estudiar moda. Pero nunca es tarde, así que cuando estaba en tercero de carrera, y bastante más madura, me lié la manta a la cabeza y me fui a Madrid para estudiar en una prestigiosa escuela. Y no tardé ni una semana en darme cuenta que esa era mi vocación.
Por supuesto, los inicios no fueron tan sencillos porque me veía un poco más mayor que mis compañeros, pero, poco a poco, me fui adaptando. En cuanto me vi rodeada de tejidos y dando rienda suelta a mi creatividad ya me relajé. Porque me encanta mimar el material y los tejidos experimentados con él.
En uno de nuestros primeros trabajos partí de la cinta de sarga para crear un cinturón. Estaba en un grupo con otras chicas y cada una debía diseñar un complemento que pegara con el vestido de base. Iba a ser mi primer diseño en solitario y como había llegado más tarde que mis compañeros me sentí un poco cohibida. Pero me centré en mi trabajo y traté de dejarme llevar por mi creatividad.
En casa ya había hecho algunos experimentos con cinta de sarga así que pensé que lo mejor era aprovechar mi experiencia con ello, pero adaptando el tejido a un cinturón sin perder vista el estilo del vestido. Y está mal que yo lo diga, pero creo que triunfé del todo con mi primer diseño. ¡Qué lejos me queda ahora el Derecho!