Breguet, rolex, Omega y otras firmas relojeras de prestigio han realizado valiosas aportaciones al sector, siendo protagonistas de algunos de los mayores avances e innovaciones: la portabilidad, el funcionamiento bajo el agua, la resistencia a la corrosión, etcétera.
En particular, la introducción de nuevos materiales siempre marca un precedente, y así sucedió cuando Rolex presentó el acero inoxidable 904L en los años ochenta. Esta aleación contaba con una durabilidad superior al acero 316L que venían utilizando otras marcas.
Un siglo y medio atrás, Breguet impulsó otra de las evoluciones más importantes del sector relojero con la invención del reloj de pulsera. En el siglo XIX, María Carolina de Austria hizo este peculiar encargo a la marca suiza. De este modo, nació el Breguet N.º 2639, que crearía escuela entre las contemporáneas de la Reina de Nápoles.
No fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando los relojes de pulsera pasaron de ser un complemento femenino, a convertirse en un instrumento valioso en las trincheras, donde los campanarios y los relojes de pared carecían de utilidad.
Porque en la antigüedad, para consultar el tiempo no bastaba con girar la muñeca: había de localizar una torre o un campanario equipado con un reloj. Estas creaciones de época siguen funcionando, como vemos en el Big Ben de Londres o en el Zeitglockenturm de Berna, en Suiza. Pero una curiosidad al respecto es el hecho de que el reloj más grande del mundo no esté en Europa, sino en Arabia Saudí: hablamos de la torre Abraj Al Bait, cuyas manecillas son visibles a treinta kilómetros de distancia.
Al igual que Rolex, Omega es sinónimo de glamour y buen gusto. La mayoría desconoce, sin embargo, que su reloj Marine fue el primero en mantener su operatividad bajo el agua, resultado de un sistema de sellado con corcho que garantizaba el hermetismo de su mecanismo interno.