Desde que nació nuestro hijo, mi mujer ha sido la que ha liderado en la mayor parte de los casos el tema de la alimentación. No es que nos repartiésemos las tareas, sino que fuimos ocupándonos cada uno de lo que creíamos se nos iba a dar mejor. Aunque yo no soy un completo ‘iletrado’ en las artes culinarias, mi mujer cocina más y mejor que yo, así que era lo lógico. Y lo cierto es que ha hecho una gran labor porque el niño come muy bien.
Pero después de tres años con el tema me ha pedido que tome un poco el relevo y me parece comprensible: mucho tiempo de esforzarse en que el niño coma y que coma sano que no es tan fácil a medida que crece y empiezan a aparecer en su vida las chucherías y la comida basura. No es que ahora desconecte por completo de la cocina, pero sí que seré yo un poco el que diseñe los menús y luego, entre los dos, los vamos preparando.
Queremos reforzar un poco algunos aspectos de la alimentación del niño y me va a tocar a mí enfocarlo. Por ejemplo, a él le gusta mucho la carne y el pollo. Uno de los platos preferidos del niño es la suprema que hace su madre que la verdad es que le queda deliciosa. Pero el problema que surge con algunos de estos platos es que luego lo pide demasiado y se engancha.
Desde luego, no está mal comer de vez en cuando pollo empanado y relleno, pero eso provoca que coma menos de otros alimentos tanto o más necesarios. Y lo que ahora queremos reforzar es el pescado. Le gusta bastante, no es que le haga ascos, pero sí es verdad que prefiere la carne. Entonces, a veces, cuando toca pescado nos pide una suprema y no se la podemos dar. Y alguna vez termina llorando y demás. Para hacer un buen menú, además, hay que tener en cuenta lo que comen en el cole para complementar, no repetir y mantener un equilibrio.